Sustentada por una causa justa y noble, como la defensa de la soberanía y la recuperación de las islas Malvinas, la movida bélica ocultó la jugada desesperada e irracional del gobierno militar encabezado por el general Leopoldo Galtieri, quien en el afán de perpetuar en el poder al régimen de facto -que había irrumpido el 24 de marzo de 1976- hizo una lectura errónea de la posible respuesta internacional.
Fueron 74 días de confrontación en un escenario bélico hostil para nuestros soldados, muchos de ellos conscriptos, que suplieron con enorme valor y entereza la carencia de equipamientos y de estrategias de parte de sus superiores.
La gesta de Malvinas dejó 650 héroes que ofrendaron sus jóvenes vidas. La apuesta de la junta militar surgió el 2 de abril de 1982 con la invasión a las islas. La negativa británica a abordar la discusión sobre la soberanía obró como aliciente para buscar un golpe de efecto que aplacara el creciente malestar social.
Tres días antes, una multitud había protestado en la plaza de Mayo, convocada por la CGT Brasil, que estaba al mando de Saúl Ubaldini. La consigna fue “Pan, paz y trabajo”, pero la represión fue feroz. ¿El saldo? Un muerto y casi dos mil detenidos.
La creación de la llamada Multi partidaria sugería el resurgimiento de la actividad política, ahogada tras el golpe militar. A ese conclave de radicales, peronistas, socialistas y desarrollistas se le sumó la reacción gremial, impulsada por sectores que empezaban a remarcar la fisuras del régimen.
La recuperación de Malvinas podía llegar a tener, entonces, una doble vía para arribar a la resultante esperada: que el gobierno de facto se expandiera y, en todo caso, se legitimara a partir de una combinación cívico-militar. Sin embargo, el proyecto del régimen lejos estuvo de alcanzar el final esperado por sus impulsores.
Las Fuerzas Armadas carecían de estrategia y de equipamiento adecuado. Y Galtieri mostró una aberrante ignorancia al analizar el posible escenario: pensar que Estados Unidos podía ponerse del lado de Argentina frente al Reino Unido, su aliado en la OTAN, o que Europa iba a soslayar las denuncias por las violaciones a los derechos humanos fueron errores que se pagaron con las vidas de los jóvenes soldados.
La determinación de ir a la guerra significó para el régimen una dura derrota tanto en el campo militar frente a una de las potencias mundiales, como en el orden local, donde perdió consistencia y soberbia. El 14 de junio de 1982, junto con la capitulación de Puerto Argentino, el gobierno militar también empezó a levantar la bandera blanca de la retirada en el frente interno. Empezaba a cerrarse una etapa nefasta de nuestra historia.