“Estuve y hablé con Astiz. Yo no viví en esa época, nací en 1993 y no tengo ni idea de quiénes eran los personajes de esa época, la verdad es que vi internos de 80 años y yo no sabía los nombres, las caras y no tenía ni idea”, dijo Arrieta.
La legisladora integró la comitiva junto a Beltrán Benedit, Rocío Bonacci, Alida Ferreyra, María Fernanda Araujo y Guillermo Montenegro. La delegación que fue al penal de Ezeiza fue encabezada por Beltrán Benedit, quien estuvo a cargo de organizar del traslado en una camioneta de la Cámara de Diputados.
“Fue una reunión que fuimos engañados un grupo de diputados. No puedo decir si todos lo sabían o no, pero en el caso de la diputada Bonacci y como yo, empezamos a hablar de este tema porque en un momento teníamos angustia y entramos en un estado de shock. Y en este tiempo me envalentoné y decidí salir a contar lo que fue”, explicó Arrieta en diálogo con MDZ Radio.
Además de verse con Astiz, también se encontraron con los represores Raúl Guglielminetti (exagente de inteligencia del Batallón 601), Carlos Guillermo Suárez Mason Jr. (ex marino responsable de delitos de lesa humanidad en la ESMA), y Adolfo Donda (exoficial de la Armada y secuestrador de su sobrina, la exdiputada Victoria Donda), entre otros represores.
Mientras que Arrieta dijo desconocer que era a la Unidad 31, donde se encuentran los condenados por delitos de lesa humanidad, y expresó su repudio «a todo acto de violencia, sobre todo a los delitos de lesa humanidad”.
“Es un tema que no está en mi agenda que nunca lo estuvo, que no está en mi itinerario de actividades ni siquiera de proyectos. Hubo un juez que dictaminó que tienen que estar ahí y punto. Lo demás se tendrá que ver y hablar con los demás diputados”, agregó.
Al margen de esta polémica, la diputada ganó popularidad en el recinto por usar un patito en la cabeza durante una sesión en la Cámara Baja.
Por su parte, Rocío Bonacci, otra de las legisladoras que fue al penal, también apeló a una insólita explicación cuando fue consultada por la polémica visita a los represores.
«Yo digo que sentí un engaño desde el momento en que a mí no se me proporcionó la información completa del objetivo real de la visita. Yo hablé tres veces por teléfono con mi compañero de bloque, le consulté cuál era el objetivo final de esa visita y no entró más en detalles que decir que era una visita humanitaria, que iba a ser muy importante, que iba a ser muy lindo, que teníamos que participar. Realmente, en el fondo, sentí que fue un engaño porque la información se me proporcionó llegando al penal”, afirmó en un canal de Santa Fe.
Tras conocerse la noticia de la visita, la Central de Trabajadores Argentinos Autónoma (CTA- A) repudió la visita y catalogó los hechos como un “desprecio por el pueblo argentino”.
También hubo un fuerte rechazo por parte de agrupaciones de derechos humanos, como la HIjos, y de organizaciones de familiares desaparecidos en la dictadura militar.